16 febrero 2013

Nuevo ciclo para este Hilo de pájaros: se me creció la familia y se amplían los temas de discusión.

Tanto tiempo ha pasado desde la última publicación que ni recordaba las últimas entradas...

Los blogs al final se convierten en ese diario íntimo que ahora ya no queremos dejar en el cajón y que queremos compartir con la aldea global, ¡bien!. Yo sigo de artesana, pero como decía una amiga, hago personitas en este momento. Bueno, mejor dicho, personita en singular porque llevo una criatura que crece en mi vientre cada día un milímetro más. Y hace tiempo que vengo con ganas de volver a escribir y de compartir esta nueva etapa de mi vida, mientras se cocinan nuevas ideas, nuevas creaciones. 



Quiero comenzar por hoy hablando de un tema, por lo menos inquietante para mí durante este último período de mi vida y es justamente aquel que tiene que ver con la maternidad, pero con una maternidad atravesada por el feminismo (en genérico para poder luego disociar), por el patriarcado e inevitablemente por el capitalismo feroz y esto resurge gracias a un articulo escrito por la señora Florence Thomas:


Después de leerla y por supuesto, de sorprenderme, de sentirme casi maltratada, dolida, cuestionada, identificada con una parte del discurso en otra época de mi vida; y después de leer las voces de otras mujeres indignadas, reivindicativas, sutiles, madres, mujeres al fin y al cabo, decidí elaborar mi propio exorcismo y es ahora donde lo comparto: 

Entre Thomas y Badinter existen muchas más cosas, sobre todo, miedo...

Desde hace dos días que salió el artículo de Flor, he podido leer toda clase de comentarios en la red. Desde aquellos de aceptación total y absoluta por parte de las seguidoras feministas de esta mujer, como las diferentes respuestas de mujeres comprometidas con su útero, con su sexualidad, con el mundo. De las primeras no he sabido mucho ni me ha quedado claro si han podido o querido ejercer su maternidad, lo que sí denotan es que han cumplido su cometido de formarse como profesionales y al parecer, gozar de aquellos privilegios que resultaron de la lucha feminista de los 60's y 70's -es la única forma en la que entiendo que se veneren tanto dichos objetivos alcanzados y que no existan crítica alguna al respecto-. Ahora bien, leyendo al otro grupo de mujeres noto como mi cuerpo, mi mente, mi sentir, se relaja, se tranquiliza, de alguna manera, se perdona. Pero me hace falta mi voz, la voz de esta historia cuenta la de mujeres como yo, que sé que existen, pero a veces, estas sí que estamos en rincones, escondidas en las vetas de la cueva... 


Yo vengo de una clase obrera, vengo de mujeres que no conocieron ni leyeron a Florence, ni a Badinter, pero que vivieron el parir como una presión social, destetando de forma inmediata a sus crías, trabajando para llevar el sustento a casa y manteniendo las formas del "hogar" para toda la vida a costa de su propia felicidad, a cambio de cercenar sus instintos, de congelar sus úteros, de secar su leche. Luchas y sacrificios, relaciones de maltrato y dolor, abandono, desconocimiento de la sexualidad, pudor, recato, mentiras, no comunicación. Salir de casa como única vía de escape hacia algún lugar que no fuera ese, siempre con la esperanza de que hubiese otro diferente. Y el lugar cambió de paisaje, pero por dentro, seguía teniendo miedos, los puentes que no se tienden a tiempo, son difíciles de construir cuando no conoces las aguas que les atraviesan. Y es ahí cuando llegan los abortos, porque no sabes, porque desconoces, porque sigues teniendo miedo. EL MIEDO es la base de este sistema de producción, y cuando hay miedo hay esclavitud y si hay esclavitud no existe la capacidad para elegir. Intenté ser una mujer de éxito social: tener una profesión y además, profesionalizarme en ella. No resultó. Seguí insitiendo y me saqué un título universitario en algo que deseaba, ¡mira qué bien! iba derecho a la cumbre ¿verdad? Pero el sistema del miedo no perdona las indecisiones, no perdona que hayas decidido vivir la vida primero y luego hacer todo lo demás, y entonces, la edad, otro handicap para la exclusión social y en mi caso, lo venía siendo para la exclusión biológica...


Me dijo una vez un amigo: "La mujer no elige ser madre o no ser madre, la mujer solo elige NO serlo, porque fisiológicamente ya está preparada para ello". ¿Cuestión dialéctica? tal vez, pero para mi fue revelador...¿Cuándo decidí no tener hijos? ¿Quién lo decidió? Con ese panorama que yo misma reconozco y describo arriba, ¿Fui yo maestro? El miedo hizo mella en mi y ahora me lo estoy curando. La cura es de humildad, de amor propio, de amor materno, e incluso, de amor paterno si lo hubo...la vida me ha deparado una sorpresa y ha elegido por mi -¿o lo elegí yo desde lo más profundo y en reconciliación?- y estoy, a mis 36 años, creando vida aquí dentro, una vida de 9 semanas de vida a la que mi compañero y yo estamos queriendo desde que nos avisó que venía. 


Me lanzo al vacío de nuevo y me adscribo al grupo de mujeres que militan con su maternidad por un cambio social, por una revolución de los cuidados, por generar comunidad, redes de apoyo, de información de consciencia, de lucha diaria. Me uno a las luchas por la igualdad, por la sanidad pública, por el decrecimiento mundial, me uno a todo aquello que genere cambios para todas y todos y me des-inscribo del individualismo de la producción que pretenden validar aún algunos movimientos feministas porque señora Florence, a mi, de todo lo que se me prometió y se me dijo, me fue revelado que: ¡MIENTRAS VENGA DEL PATRIARCADO CAPITAL, LA MISMA MIERDA DA!


¡Salud y revolución!Porque otro mundo, sí es posible.Las abrazo ♥

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